Raíces y semillas, una historia de ‘Lo+’
“La tranquilidad que teníamos allí no sé si la voy a volver a disfrutar en la vida”, así se refiere Pepe Suárez cuando echa la vista atrás y regresa a las Lomas de Taurito de su infancia. “Los momentos más felices los he pasado allí y se lo cuento a mis hijos cada vez que quieren escucharlo”, continua. Los padres de Pepe trabajan en las fincas de tomates del inglés 'Mister' Pilcher y ellos ayudaban en lo que podían y vivían. Solo eso. Vivían, pero a tope. “Corríamos por las lomas, íbamos a cazar pájaros… Mis primeros zapatos me los puse en mi Primera Comunión, allí mismo, en la escuela que se preparó para nosotros. Tenía tan ancho los pies y dura la planta que podía andar sobre el vidrio, me costó adaptarme a ellos”, recuerda.
En general, el cultivo del tomate que desarrollaron los ingleses dio trabajo a unas 30.000 personas en Gran Canaria, según datos del Cabildo de la isla. 'Mister' Pilcher se sumó al desarrollo en la isla del negocio del empaquetado y exportación del fruto para el Reino Unido y pronto su empresa L.H. Pilcher se consolidó como una de las más seguras en el sector. Contaba con tierras de cultivo, pozos y almacenes, llegó a exportar en la década de 1950 ocho millones de kilos de tomates y en la primera mitad de siglo, su plantilla de trabajo sumaban entre fijos y eventuales 611 personas; las mujeres suponían el 87,5% del personal.
Parte de ese personal vivió en los tiempos de zafra en las cuarterías de las Lomas de Taurito, como la familia de Pepe, su padre era el aguador en la finca, pero para las 150 personas que se alojaban allí durante seis meses, también era el practicante de urgencia y el peluquero los domingos, tras la misa y la pachanga con el cura que venía después. Sin embargo, tras la recesión económica de 1973 y las dificultades de la empresa, L.H. Pilcher cerró.
Divina calma
Con el tiempo algunos amantes de la paz y de la agricultura utilizaron las cuarterías para pasar los domingos. Eso lo sabe Jesús Sabina, que asegura que en las lomas “criaron” a sus hijos en las vacaciones de verano y que plantaban de todo porque es una tierra "muy fértil y agradecida". “Disponíamos de huertas de autoconsumo: papas, judías, tomates. Todo llegaba a la mesa…” Con las calabazas era otra cosa, “Sacábamos 100 toneladas en medio año y así ganábamos un extra”.
Con el incendio de Gran Canaria de 2007 las tareas agrícolas cesaron porque se estropearon las canalizaciones de agua, y las Lomas de Taurito tuvieron que esperar a 2010 para que un equipo joven y dinámico tuviera el sueño de verdear la zona. Ricardo Riera, ideólogo y consultor de diversificación del proyecto recuerda: “Algo me decía que se podían hacer las cosas de forma distinta. Y en eso estamos...”